jueves, 25 de septiembre de 2008

A propósito del premio"El Sarmiento de mi escuela"

Esta pergeñada premiación es otra pamplina consternada.Sirve para ahuyentar nuestro prejuicio de que ya conocemos todas las tonterías en las que pueden incurrir ciertos técnicos del hecho educativo.Desafortunadamente , como lo expresó Gracián, "los tontos tienen talento bastante para ser malvados."
El premio pretende destacar ciertas aptitudes de un maestro en particular, entre todos sus colegas en la escuela. Parece que caducaron de golpe todos los lineamientos curriculares que conciben la institución escolar como una conjunción de tareas que se abordan en equipo.
No son pocos los casos, por otra parte, en que los logros pedagógicos de algunos maestros "estrella" se sustentan en medida considerable, del trabajo de los colegas que los han precedido en la educación de un grupo, aunque de modo silencioso, constante y sin alardes.
Las gratificaciones - mejor que premios - y los fracasos, se juegan cotidianamente frente al grupo de alumnos. Aprender de las dos circunstancias es la mejor ascesis profesional y este aprendizaje, cuando es asumido como parte de nuestro crecimiento, nos autoriza éticamente como enseñantes. Ciertamente, no necesitamos que un golfista retirado o una actriz encuentren entre nosotros otro Sarmiento. En todo caso deberán buscarlo en el gobierno del sistema para que la educación y sus protagonistas fueran prioridad de las políticas públicas y no de la retórica de los discursos.
Fuera de esta nueva "escenografía" que distrae de lo que importa, aún caben los ribetes cómicos de la cuestión. Por ejemplo ¿Qué hacer en la escuela con un maestro o maestra que de golpe es declarado "Sarmiento"? ¿Será un oráculo ineludible o estigmatizado productor de milagros educativos? ¿Deberá radicarse finalmente en Asunción del Paraguay para que lo fotografien muerto en un sillón?¿Qué significan los parámetros que deberán tenerse en cuenta, enunciados como "Sabiduría" y "Sensibilidad pedagógica"?
Sócrates hizo bien en desestimar el calificativo de "sabio". Podría tratarse de un adjetivo generador de voluptuosidad intelectual o de esa clase de soberbia que se adjudica la posesión de un dogma irrebatible.Acaso la verdadera sabiduría consista en nuestra capacidad para sumir nuestras propias incertidumbres. La historia suele llamar "sabios" a los fundadores de doctrinas o sistemas. Buda, fue un ejemplo de sablio. ¿Habrá alguna colega entrada en kilo, dispuesta a sentarse como él en la superficie del escritorio? (La iconografía muestra a Buda con pancita).
Más poblada de arcanos parece la "sensibilidad pedagógica".Tiene algunas resonancias de Eduard Spranger cuando sostenía una "veta religiosa" en el subsuelo de la estructura espiritual educadora.No parece inocente la omisión de condiciones más necesarias - aunque nunca suficientes -para el maestro actual, tales como el pensamiento crítico, la objetividad en las relaciones personales y el sentido del humor.No hay que igualar humor con cinismo ni con la burla cruel a que apelan muchos maestros. El sentimiento del buen humor encuentra asidero en el aligeramiento de la personalidad educadora, salvaguardándola de la pedantería o de la "seriedad" sin contenidos. El tan mentado Sarmiento escribió que "no hay mejor pedagogía que la risa".
Menos cándido que las calificaciones para ser " el Sarmiento de mi escuela" es el hecho de que el nuevo prócer resultará de la votación de padres y alumnos, lo que significa en la práctica la implementación de una vía no convencional de evaluación. Es bueno que lo tengan en cuenta quienes imaginan la fruición de recibir "gloria y loor".
Daniel Calistro
El equipo de conducción y los docentes de la escuela adhieren a los conceptos expresados por nuetro compañero en este escrito.

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